Miramos los títulos académicos, la posición social (¡fulano dará un testimonio excelente porque es un famoso deportista o un renombrado cantante!), el carisma personal o la facilidad de palabra. Dios, en cambio, se sirve de personas que el mundo tiene por despreciables y débiles (1 Corintios 1:26–29; 2 Corintios 10:10). Él es quien abre y cierra puertas. Sus caminos no son los nuestros. Cuando los hombres nos encargamos de la cosecha, enviamos a los campos a los que más se apresuran a apuntarse a
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